Versos para enamorar

 Quiéreme entera

Si me quieres, quiéreme entera,

no por zonas de luz o sombra…

Si me quieres, quiéreme negra

y blanca, Y gris, verde, y rubia,

y morena…

Quiéreme día,

quiéreme noche…

¡Y madrugada en la ventana abierta!…

 

Si me quieres, no me recortes:

¡Quiéreme toda… O no me quieras

Autora: Dulce María Loynaz.


 

Aquellas palabras

Ya toda me entregué y di

y de tal suerte he trocado,

que es mi amado para mí,

y yo soy para mi amado.

 

Cuando el dulce cazador

me tiró y dejó rendida,

en los brazos del amor

mi alma quedó caída.

 

Y cobrando nueva vida

de tal manera he trocado

que es mi amado para mí,

y yo soy para mi amado.

 

Hirióme con una flecha

enherbolada de amor,

y mi alma quedo hecha

una con su Criador,

 

ya no quiero otro amor

pues a mi Dios me he entregado,

y mi amado es para mi,

y yo soy para mi amado.

Autora: Santa Teresa de Jesús.

 


La voz a ti debida

Tú vives siempre en tus actos.

Con la punta de tus dedos

pulsas el mundo, le arrancas

auroras, triunfos, colores,

alegrías: es tu música.

La vida es lo que tú tocas.

 

De tus ojos, sólo de ellos,

sale la luz que te guía

los pasos. Andas

por lo que ves. Nada más.

 

Y si una duda te hace

señas a diez mil kilómetros,

lo dejas todo, te arrojas

sobre proas, sobre alas,

estás ya allí; con los besos,

con los dientes la desgarras:

ya no es duda.

Tú nunca puedes dudar.

 

Porque has vuelto los misterios

del revés. Y tus enigmas,

lo que nunca entenderás,

son esas cosas tan claras:

la arena donde te tiendes,

la marcha de tu reloj

y el tierno cuerpo rosado

que te encuentras en tu espejo

cada día al despertar,

y es el tuyo. Los prodigios

que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,

más que una vez, una noche

que te encaprichó una sombra

-la única que te ha gustado-.

Una sombra parecía.

Y la quisiste abrazar.

Y era yo.

Autor: Pedro Salinas.


 

Amor empieza por desasosiego

Amor empieza por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos;

crece con riesgos, lances y recelos;

susténtase de llantos y de ruego.

 

Doctrínanle tibiezas y despego,

conserva el ser entre engañosos velos,

hasta que con agravios o con celos

apaga con sus lágrimas su fuego.

 

Su principio, su medio y fin es éste:

¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío

de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

 

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?

Pues no te engañó amor, Alcino mío,

sino que llegó el término preciso.

Autora: Sor Juana de la Cruz.


 

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera

Sombra que me llevare el blanco día,

Y podrá desatar esta alma mía

Hora, a su afán ansioso lisonjera;

 

Mas no de esotra parte en la ribera

Dejará la memoria, en donde ardía:

Nadar sabe mi llama el agua fría,

Y perder el respeto a ley severa.

 

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,

Venas, que humor a tanto fuego han dado,

Médulas, que han gloriosamente ardido,

 

Su cuerpo dejará, no su cuidado;

Serán ceniza, mas tendrá sentido;

Polvo serán, mas polvo enamorado

Autor: Quevedo .


Realizado por la estudiante: Cintya Naited Pizango Rios

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